Excitándote IV

Volvió a besar los pechos de ella ya más sensibles y el agarre de ella fue menor, ya más confiada en que no le iba a pasar nada, aunque intentaba rodearlo con sus piernas para afianzarse. Pero no, todavía no debía dejar que esa parte de él la tocara, aún no había disfrutado de ese pequeño regalo que ella le ofrecía, quería grabarlo en la mente, recorrerlo con sus manos y dejarlo todo el tiempo posible para admirarlo una y otra vez.

Apenas notaba el peso de ella, el agua de la ducha bañándolos a los dos, calentita, casi quemándole a él, y también podía ser a ella, poco a poco encendiéndola. Le había dicho que tenía frío, que la calentara. Y eso, solo esas palabras pronunciadas con una voz temblorosa lo habían puesto a mil.

Poco a poco una de las manos se acercó al monte de venus siguiendo el tatuaje que tenía puesto. Una sola palabra que lo hacía desear marcársela a fuego de verdad para que nadie la tocara jamás ahí. Ser de su propiedad. Su propio nombre, aún cuando era largo.

Se acercó a ella dejando un hueco para que su mano siguiera acariciándola en esa zona mientras él volvía a sus labios, los acariciaba con la lengua y embestía como su miembro haría con ella en cuestión de minutos, abriéndola para él, sintiéndola gemir en su boca.

Del mismo modo en que la boca de ella lo había albergado, su pene se fue abriendo paso en su centro, abriéndola como un pétalo de rosa para entrar en ella y empezar un contoneo subiendo en intensidad, penetrándola con fuerza mientras ella se aferraba a su cuello, lo mordía como a ella la gustaba. Sus manos se cerraron en el trasero empujándola más cerca de ella para entrar más profundo. Notaba los gritos de ella, su cuerpo reaccionando a él. No podía más, ella estaba a punto y lo estaba llevando con ella. Apenas pudo retrasarlo cuando notó la humedad de ella al alcanzar su orgasmo para catapultarse él al suyo propio, ambos jadeantes con una ducha de agua recorriéndole los cuerpos mojados y sudorosos.