Me gustaba su olor, me recordaba a una efervescente fragancia de rosas y mar.
Me encontraba sentada y semidesnuda en aquella simple silla, el frío del asiento penetraba en mis nalgas de porcelana… Y él, detrás de mí, sabía cómo apartar con maestría los mechones de pelo que cubrían mi nuca para pasear su lengua por ella. (más…)