Fiebre de deseo

No podía evitar sonreírse e incluso echarse a reír al ver cómo su princesa no era capaz de aguantar el alcohol. Y eso que había escogido un vino suave, uno que no se le subiera demasiado a la cabeza. Y sin embargo, ahora estaban ahí, él casi llevándola en brazos, mientras abría la puerta de su casa y la hacía entrar.

Tambaleándose, ella entró en casa y observó el lugar. Su cabeza le daba vueltas pero sentía el olor de su caballero cerca de ella y para ella ya era suficiente saber que estaba a su lado, estaba a salvo con él.

Era increíble cómo se le subía el alcohol con solo una copa. Pero lo había pasado genial, y quería volver a seguir pasándoselo.

Rodeó con sus manos el cuello de él atrayéndolo a ella, queriendo besarlo y poniéndose de puntillas mientras la correspondía. Su sabor, a alcohol y picante, hacía que se humedeciera con solo rozar la punta de la lengua. Su cuerpo le pedía más.

Deslizó su mano hacia atrás hasta coger la cremallera de su vestido y bajarla lentamente. Fue cuando se separó de él y dejó caer su vestido en el suelo, exponiéndose, buscando con la mirada tentarlo.

Te deseo… Eso había dicho y se había tumbado en el sofá, su mano buscándole a él. Su cara seguía enrojecida por el alcohol pero… ¿no hay una forma mejor de quitarlo que haciendo el amor? Iba a sacarle todo el alcohol de su cuerpo, además de algunos suspiros, gemidos y más.