El cuchillo caía sobre la zanahoria a despecho, con rotundidad y fuerza como si quisiera liberar la frustración de esa forma. Y mira, no estaba mal como terapia. Ahora solo tenía que pensar en él y aplicarle su cuchillo como si estuviera cercenándolo… ¿O sería mejor un látigo?
Unas manos aparecieron por detrás cogiéndola de las muñecas, sintiendo el cuerpo de él sobre el suyo, encerrándola. Intentando retorcerse, el agarre se volvió más severo mientras el cosquilleo del aire saliendo de los labios de él cerca del oído la obligaban a inclinar la cabeza.
- Suelta el cuchillo, mujer..
- Déjame en paz. – Siseó ella apretando más el cuchillo.
- Por favor…. – Ese tono de voz… Miró con reojo a los ojos de él queriendo ver las intenciones, pero estaba cerrado herméticamente.
Sintió las manos de él subir por sus brazos, los hombros, la espalda. Siempre había envidiado esas manos que le provocaban tal reacción en su cuerpo que era imposible no obedecerle.
Al llegar al dobladillo del jersey, tiró hacia arriba de él, queriendo sacárselo. No tuvo más remedio que soltar el cuchillo, ese que nada más hacerlo desapareció quedando solo la zanahoria mal cortada. ¿Cómo había sido tan rápido?
- Voy a conseguir tu perdón. – Sentenció él dejándole un beso en la nuca.
- Lo dudo.
- Ya verás…
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