Se encontraba atada de pies y manos después de ceder y dejarse atar para su pareja, para experimentar la búsqueda del placer de la otra persona. Y ahora que no podía moverse y debía soportar las caricias de él notaba que era muy excitante pero, a la vez, también muy nerviosa por lo que le hacía, y eso que sólo era con un plumero con lo que estaba jugando. Lo movía con suavidad sobre el cuerpo de ella haciéndole cosquillas con las plumas que bailaban sobre ella.A veces daba vueltas en un mismo punto provocándole unas sensaciones placenteras, sobre todo cuando esto lo hacía sobre el clítoris, haciéndola estar a punto del orgasmo pero sin llegar al mismo.Ni sus manos, ni el cuerpo, ni besos… No aportaba nada más, solo lo que era el plumero lo cual le hacía desear más de él, arquearse cuando el plumero empezaba a serle muy grato pero, en ese momento, él hacía que no la rozara tanto sumiéndola en una desesperación sin igual. Si solo pudiera moverse más…
La risa de él entró por todo su cuerpo haciéndola mojarse más mientras las plumas pasaban por su cuello y bajaban a sus pezones, atormentados con el paso de éstas que iban de un lado a otro sin darle respiro, con rapidez, haciendo que el propio viento creado con la velocidad, la estremeciera por el frío.
Entonces las manos de él, calientes como estaban, se presionaron contra los pechos haciéndola gritar asustada y con mayor calentura.
Fue bajando esas manos hasta llegar a los muslos y, de ahí, acercándose a su sexo, empapado, bien lubricado para él, tanto que no sintió nada al introducirle los dedos, éstos moviéndose en su interior buscando un lugar y todos a la vez, hasta que fueron atrapados y las palabras de él le sonaron al cielo: “Córrete”.
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