Posts Tagged ‘relatos sexuales’

Rápida recuperación

diciembre 14th, 2012 by Encarni Arcoya | No Comments | Filed in Ideas eróticas, Relatos eróticos

No le gustaba nada ese sonido que, a pesar de la distancia, parecía que estuviera en la misma habitación con ella. El día anterior debía haber ido a recogerla y no dejar que se mojara. Por eso ahora quería cuidarla, porque había pasado muy mala noche y odiaba saber que estaba mal.

Terminó de poner un cuenco con un poco de sopa y tomó la bandeja para llevarla a la habitación, donde su princesa le aguardaba. Empujando la puerta para entrar, observó el cuerpo de ella, sus ojos llorosos y la sonrisa que trataba de darle y que le llegara a los ojos sin mucho resultado. Y aún así, ella era su tesoro.

No iba a dejar que se pusiera peor, se había tomado el día en su trabajo y tenía todo el tiempo para cuidarla. Igual que ella hacía por él cuando se enfermaba. La tos que tenía no le molestaba, pero no quería verla enferma, no su chica.

La mano de ella le acarició la mejilla y su cabeza se inclinó hacia ella. Le dejó un beso en la palma antes de cogerla y volver a besarla. Iba a decirle que descansara, que durmiera un poquito, pero no hubo forma de hacerlo, de pronunciar una palabra. Solo podía mover los labios y la lengua ante el ataque inesperado de ella. Tan sorprendido lo había cogido que ni siquiera pudo encontrar fuerza para resistirse a los besos de ella, a su embiste, viéndose de repente tumbado en la cama con ella encima.

El beso interrumpido por un nuevo ataque de tos le dio la ventaja para cambiar las tornas y devolverla a ella a la cama. Estando encima, con las manos de ella sujetándoselas, la incitaba con sus caderas, con su protuberancia que había crecido y necesitaba alivio. Observó cómo en la cama había también una bala vibradora que no sabía de dónde habría sacado pero que pronto se ocupó de ella.

  • A dormir, fierecilla. – Susurró levantándose de la cama.

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Sorpresa de medianoche

noviembre 19th, 2012 by Encarni Arcoya | No Comments | Filed in Ideas eróticas, Relatos eróticos
Ver los ojos de ella brillando con la felicidad ya era un pequeño tesoro que albergaría toda la vida. ¿Cómo podía ser que una persona como ella hiciera que su corazón saltara de esa manera con una sonrisa como la de ella? ¿Cómo lograba aferrarse a su mente y ser imposible concentrarse cuando no estaba cerca de ella? Aunque claro, cuando la tenía cerca no podía pensar en el trabajo, solo en el cuerpo de ella sin esa ropa que se le marcaba incesantemente y le obligaba a apartar la mirada salvo que quisiera dar un espectáculo.

Esa sonrisa suya le hacía sonreír a él, como si la inocencia de un gesto tan simple fuera en realidad una bendición. Y sus labios moviéndose… ¿Por qué no los escuchaba? ¿Por qué estaba ensimismado viendo esos labios que ahora lo tentaban abriéndose y cerrándose, mezclándose con la lengua y produciendo palabras que no llegaban a sus oídos?

  • ¿Perdón? – Agitó su cabeza para centrarse. Había sido una noche especial, una en la que las sorpresas iban de una en una, todo preparado para que fuera inolvidable. No iba a estropearlo ahora.
  • ¿Puedo probarlo? – Repitió ella, su rostro ligeramente ruborizado por tal atrevimiento, mirando fugaz a sus ojos y al objeto de deseo.
  • ¿Aquí? – Miró alrededor observando a otras personas en el restaurante. El rubor se acentuó y no pudo evitar una carcajada. Adoraba la dulzura y timidez de ella.

Miró su mano que escondía el regalo que le había hecho, un pequeño obsequio que sabía le haría ilusión, una bala vibratoria. Oh…. La de cosas que ella con esas dos palabras había provocado en él…

  • Como mi princesa desee… Vamos a probarlo.

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Poderoso Don Perdón, tercera parte

noviembre 19th, 2012 by Encarni Arcoya | No Comments | Filed in Ideas eróticas, Relatos eróticos
Vale. Ella estaba enfadada. Tenía que seguir pensando eso y no en los labios de él en su espalda, las manos bajando por los costados y subiendo por su vientre hasta sus pechos. Éstos acunados entre sus manos y con ligeras presiones. No… Estaba enfadada porque… porque… ¿Por qué cuernos se había enfadado con él?

La risita de él la hizo mover la cabeza hacia el sonido.

  • Te has tensado… Intentas que no te afecte.
  • Estoy enfadada.
  • ¿Por? – Odiaba cuando no sabía lo que decir. No era capaz de acordarse, menos cuando estaba en esa situación. Ni siquiera tenía ya su ropa interior. Él se había encargado de ella con una de las tijeras de la cocina. Bueno, podía estar enfadada por eso mientras recordaba el enfado principal.
  • Perdón… – Un suave beso en la zona que la columna pierde su nombre. – Perdón… – Otro beso en una de sus nalgas. – Perdón… – La otra nalga, celosa de su hermana. Quería saber dónde recaería el siguiente beso, pero no llegaba.

En cambio solo obtuvo el movimiento detrás de ella y, de repente, un líquido cayendo desde los hombros, derramándose por su espalda, bañándola y el olor a vino y fresas impregnando el ambiente. Le hacía cosquillas ese líquido, pero éstas pronto se perdieron cuando la lengua de él empezó a lamerla.

  • ¿Me perdonas? – Preguntó cuando ya había lamido la mitad de la espalda. Ella, apenas pudiendo respirar uniformemente, y menos coordinar después de sufrir su ataque, se volvió a él.
  • ¿Un poquito más? – La sonrisa de él iluminó su rostro. Acercó sus labios a los de ella dejándola probar de su propia boca la pintura corporal que le había echado, su sabor mezclado con el sabor de su piel y la de él mismo.
  • Golosa…
  • Gánate el perdón. – Replicó ella empujando contra él para devolver esos labios a su lugar. Con ella.

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Poderoso Don Perdón, segunda parte

noviembre 9th, 2012 by Encarni Arcoya | No Comments | Filed in Ideas eróticas, Relatos eróticos
Estaba desnuda de cintura para arriba, expuesta a la visión de él, bueno, lo que era su espalda, pues no se dignaba a darse la vuelta. Él la había vuelto a sujetar por las muñecas, que mantenía sobre la encimera. Estaba fría pero notaba cómo los dedos la acariciaban y eso la iba encendiendo lentamente… Maldecía a su cuerpo por excitarse a pesar del enfado que tenía. Lo había oído pedirle perdón varias veces mientras le besaba la nuca y viajaba hacia delante, la mordisqueaba y volvía a ir hacia atrás. Pero ni una vez había sucumbido. ¡Bien! Todavía tenía algo de dignidad.

  • No las muevas. – Dijo él sacándola de su ensoñación.
  • ¿Qué?
  • No las muevas. – Repitió con el mismo tono haciendo más presión a las manos sobre la encimera. Frunció el ceño, más al perder el calor del cuerpo de él. ¿Qué pretendía?

Pronto el frío metal en la muñeca la hizo volver la vista a las muñecas. ¿Esposas? Apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando se encontró con las dos manos esposadas, la cadena de las esposas llevada hacia delante para colgarla de una de las anillas de los accesorios de cocina, y una funda lo bastante gruesa como para impedir que pudiera sacarlas fijada.

  • ¿Qué estás haciendo?
  • Pedirte perdón… – Contestó con altivez. ¿Pedir perdón medio desnuda, esposada y a merced de él?

Sintió las manos de él sobre la cinturilla de sus vaqueros, cómo esas manos pillas iban hacia delante acariciando por encima en la zona más íntima y prohibida en ese momento. Nunca antes la había excitado tanto el sonido de la cremallera bajándose lentamente, notando cómo se habría cada presilla. Y el botón, una vez suelto, la había dejado tan húmeda solo eso. ¿Eso era perdón? ¡Era una tortura!…

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Poderoso Don Perdón, primera parte

noviembre 7th, 2012 by Encarni Arcoya | No Comments | Filed in Ideas eróticas, Relatos eróticos
Quería que fuera la zanahoria que estaba cortando en esos momentos… Que el cuchillo lo rebanara por semejante olvido. ¿Sería posible que los hombres fueran de esa forma? Por dios, solo quería que recordara una fecha especial, ¿tan difícil era? ¿Tan poco cerebro tenían que no podían recordar fechas?

El cuchillo caía sobre la zanahoria a despecho, con rotundidad y fuerza como si quisiera liberar la frustración de esa forma. Y mira, no estaba mal como terapia. Ahora solo tenía que pensar en él y aplicarle su cuchillo como si estuviera cercenándolo… ¿O sería mejor un látigo?

Unas manos aparecieron por detrás cogiéndola de las muñecas, sintiendo el cuerpo de él sobre el suyo, encerrándola. Intentando retorcerse, el agarre se volvió más severo mientras el cosquilleo del aire saliendo de los labios de él cerca del oído la obligaban a inclinar la cabeza.

  • Suelta el cuchillo, mujer..
  • Déjame en paz. – Siseó ella apretando más el cuchillo.
  • Por favor…. – Ese tono de voz… Miró con reojo a los ojos de él queriendo ver las intenciones, pero estaba cerrado herméticamente.

Sintió las manos de él subir por sus brazos, los hombros, la espalda. Siempre había envidiado esas manos que le provocaban tal reacción en su cuerpo que era imposible no obedecerle.

Al llegar al dobladillo del jersey, tiró hacia arriba de él, queriendo sacárselo. No tuvo más remedio que soltar el cuchillo, ese que nada más hacerlo desapareció quedando solo la zanahoria mal cortada. ¿Cómo había sido tan rápido?

  • Voy a conseguir tu perdón. – Sentenció él dejándole un beso en la nuca.
  • Lo dudo.
  • Ya verás…

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Incitándote

noviembre 7th, 2012 by Encarni Arcoya | No Comments | Filed in Ideas eróticas, Relatos eróticos

Una dulce tortura, eso es lo que era. La tenía delante suyo vestida solamente con un tanga de lazos y no podía acortar la distancia y desatar esos lazos de sus caderas para dejarla como él quería, piel con piel, notar el fuego y encenderla irremediablemente.

  • Mmm… Cariño, ¿qué piensas? – La dulce melodía de su voz le atormentaba aún más en su ya difícil situación.
  • Déjame acercarme… por favor.
  • ¿Para qué? – Las manos de ella tocaron su cuerpo desde sus pechos, bajando lentamente por los costados, el vientre, las caderas. Los lazos se movieron con el roce pero sin deshacerse y el sonido que exhala la boca de él conoce la frustración que siente su dueño.

La sonrisa de ella se incrementa y se acerca a su chico, a su pareja, a su hombre. Acaricia su piel lentamente, como si quisiera que él pensara que esas yemas de los dedos fueran las suyas, que dejan un camino encendido para que después la boca intente apagarlo con su frescura, o tal vez provocar que arda más… Y eso que no suele ser un pirómano pero con ella…

Se acerca a él rozándole con esa lencería  nueva que se ha comprado; cómo hubiera deseado haber ido estado con ella cuando lo compró, habérselo probado en ese momento y haber…. Tenía que acabar la tortura; tenía que hacerlo.

  • Amor, ¿y si ahora me voy a la cama y te dejo así? – El rostro de él perdió el color antes de que los labios de ella se fusionaran con los suyos en un agradable beso. No iba a dejarlo atado a la silla como estaba ¿verdad? … ¿VERDAD?

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