“Amo Dark es un hombre directo y simpático de 32 años. Aparenta seriedad por fuera pero, a medida que avanza la entrevista, nos deja ver su lado bromista y divertido. Es un hombre alto y fuerte, con una barba “de tres días” muy bien cuidada, viste traje impecable, corbata y zapatos caros ...
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Gracias a vosotras por darme la oportunidad de explicar mi punto de vista y de romper muchos falsos mitos que lo rodean.
Para mí el BDSM es una relación de intercambio de poder entre personas, mutuamente consensuada, que persigue liberar esa parte más recóndita de cada uno disfrutando libremente en un marco de sensatez, seguridad y respeto.
Yo descubrí el BDSM con 14 años, en plena etapa de revolución hormonal y de descubrimiento de cosas nuevas. En aquella época (aunque ya existía internet) el acceso a la información no era como el de hoy, y todo lo que existía sobre BDSM se circunscribía a algunas webs y revistas especializadas. Y por supuesto, no existían las redes sociales, por lo que la capacidad de interaccionar con otras personas con tus mismas inquietudes tenía que pasar por el conocimiento personal y el trato directo.
Me introduje en el BDSM, al principio, como pude y mal. Cometí muchos errores que pagué caro y estuvieron a punto de hacerme abandonar. Por suerte, conocí a una persona que aceptó ser mi Tutor, y me guió y enseñó muchas de las cosas que necesitaba saber. Se puede decir que empecé de verdad a vivir el BDSM gracias a él.
Llevo practicando el BDSM 14 años, y no es que nada me empujase a seguir, sino que me di cuenta de que yo era así. Para mí la condición de sumiso o Dominante es un rasgo más del carácter, como ser introvertido o extrovertido, callado o hablador. No decides ser así, lo eres y punto. Otra cosa es que te cueste más o menos tiempo darte cuenta de ello y, sobre todo, aceptarlo.
Supongo que si tuviera que decir un momento a partir del cual sentí que experimentaba de verdad, fue la primera vez que sostuve una fusta entre mis manos y tuve que azotar las nalgas de una sumisa… ¡Fue realmente terrible! Lo pasé fatal… (sonríe)
Como he dicho antes, yo creo que la condición de Dominante y/o de sumiso no es una gorra que se ponga o se quite. Hay mucho debate en el mundo BDSM sobre esto, pero mi postura particular es que una persona nace Dominante, sumisa, o ninguna de las dos.
Otra cuestión distinta es que, por mi forma de dominar, me haya gustado experimentar en mis propias carnes todo lo que después quería hacer con mis manos. En ese sentido, sí que he recibido algún que otro azote, me han inmovilizado, etc. Pero todo ha sido con el objetivo de conocer para medir riesgos, nunca he sentido lo que siente una persona sumisa cuando se lo hacen.
Para mí una persona sumisa es una persona que se siente más liberada y más llena cuando cede determinado control sobre sí misma a otra persona. Para ello, como bien apuntas, el nivel de confianza que debe generarse entre ambos es muy alto, y no importa si estamos hablando de una única sesión o de una relación duradera.
El Dominante debe preguntar mucho, conocer mucho a la persona sumisa y tener mucha paciencia. Debe ayudar a la persona sumisa a descubrir sus propios límites (porque muchos se desconocen), fijar esos límites y comprometerse a respetarlos siempre. Además, el uso de una palabra de seguridad a utilizar por la sumisa en caso de duda, malestar o simplemente, porque se cree que se está acercando algún límite y desea parar, es muy importante a la hora de generar esa confianza, ya que la sumisa sabe que siempre puede recuperar el control de la situación cuando lo desee.
Un Amo guía y acompaña a su sumisa en su camino. La sumisa marca los límites y el Amo debe respetarlos, aunque es cierto que la sumisa debe avanzar en su capacidad de entrega y el Amo está ahí para ayudarla y servir como palanca y motor que garantice ese avance, ya que las personas sumisas, por sí mismas, no pueden hacerlo.
Por todo ello, la relación de un Amo con su sumisa debe pasar por el respeto, la confianza y la preocupación. Una persona que no se preocupe por su sumisa no está practicando BDSM, sino que se está aprovechando de ella o la está utilizando, y eso no es BDSM ni esa persona, por supuesto, es un Amo.
En el BDSM no hay muchas reglas, ya que se trata de relaciones muy abiertas que se rigen en la mayoría de casos por la libre voluntad de ambas partes, pero sí hay unas reglas básicas y generales que se conocen mayoritariamente, como es el SSC (Sensato, Seguro y Consensuado). Cualquier relación BDSM que no cumpla esas tres reglas, sencillamente, no es una relación BDSM.
Un Amo debería tener sólo aquellas sumisas que pueda atender debidamente. En cambio, no es recomendable que una sumisa tenga varios Amos. Aunque esa es sólo mi opinión (sonríe).
En mi caso, no es solo una relación sexual. Yo siempre digo que el sexo es una consecuencia, nunca un fin en sí mismo, al menos en mi caso. Si se rompe la relación, procuro tener siempre buen trato con todas las personas que algún día decidieron someterse a mí. Si lo hicieron es porque hubo mucha complicidad y confianza y, existiendo eso, es difícil que la relación personal se acabe. Otra cosa distinta es que me hayan engañado, entonces soy inflexible.
En mi vida cotidiana soy igual de autoritario y dominante, lo que pasa es que en función del momento tengo que aguantarme y reprimirlo. No puedes ir por ahí de Amo duro con tus amigos, familia, compañeros de trabajo, etc. Por eso precisamente el BDSM va sobre liberar lo más recóndito de ti mismo, y cuando digo eso no me estoy refiriendo únicamente a las personas sumisas.
Tengo varias, pero no creo que este sea el medio apropiado para describirlas… ¿Lo leen niños? (sonríe). La verdad es que los mejores momentos siempre los relaciono con miradas… La mirada de una persona sumisa cuando se entrega a ti es muy difícil de conseguir, pero una vez conseguida, es altamente gratificante.
Recuerdo nítidamente esa mirada entremezclada de temor por no saber lo que vendrá y de impaciencia por que venga, sabedoras de que seguro que, tome la decisión que tome, las haré estremecer.
Es justo esa mirada que, al estar de rodillas frente a mí, se desplaza de su sexo húmedo a mis ojos, y de mis ojos a su sexo húmedo, sin conseguir hallar una explicación razonable a tanto nivel de excitación. La sensación que me produce esa mezcla de indefensión por su parte y de control por la mía es inolvidable.
La parte que más disfruto del BDSM es la parte psicológica de la relación… Me gusta la estética y la parte física, pero con lo que más disfruto es con la parte psicológica. Ver cómo alguien renuncia a sus miedos y se atreve a hacer cosas que por sí misma no sería capaz de hacer, solo por complacerte, es una sensación muy bonita, que me llena de orgullo, respeto y responsabilidad. En cualquier caso, y en cuanto a utensilios se refiere, mi preferido es la fusta.
Me encanta ver como dejan atrás su vergüenza y terminan suplicándome que haga lo que quiera con ellas. Y saber que depositan esa confianza en mí para decidir si quiero penetrarlas o azotarlas es algo que realmente disfruto muchísimo.
Pues no son pensamientos lujuriosos, créeme. Al menos por mi parte. Cuando una sumisa se entrega a ti (aunque sea en una única sesión) tu responsabilidad de ejercer sabiamente el control es muy importante. Yo siento una tremenda responsabilidad, estoy pendiente del más mínimo detalle, de sus gestos, del entorno, de captar las señales… No permito que nada se me escape y procuro siempre que la situación no se me vaya de las manos. Lo cierto es que no parece muy excitante contado así, ¿verdad? (sonríe)
Esta pregunta es muy importante. La diferencia entre una relación BDSM y la violencia doméstica radica en el consenso entre ambas partes. Una relación BDSM es igualitaria en su concepción (relación horizontal), sólo que una de las partes cede ese control a la otra de manera libre. En los casos de violencia doméstica la relación es jerárquica (vertical), siempre hay alguien por encima de alguien, y éste último (normalmente la mujer) no cede ese control, se lo roban, de forma generalmente violenta, infundiendo miedo y terror. No tiene nada que ver una cosa con la otra.
Gandhi dijo que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. En una relación BDSM puede infligirse dolor, pero ese dolor es consensuado, aceptado por ambas partes y con unos límites muy marcados, existen mecanismos para detenerlo inmediatamente por parte de quien lo recibe, por lo que en realidad hay dolor pero nunca sufrimiento. Aunque pueda parecer contradictorio, hay mucha relación entre dolor y placer.
En una relación violenta, además de dolor, hay sufrimiento. Y eso es lo realmente peligroso.
Siempre pongo el ejemplo de un corredor de maratones. Esa persona decide libremente entrenar todos los días, sacrifica muchas cosas por seguir su plan de entrenamiento, le dedica muchísimo tiempo. En ocasiones sale a entrenar con lluvia o nieve, y soporta calambres, agujetas, rampas, ampollas, torceduras, y muchísimas más cosas. Cualquier persona podría decir que eso es una salvajada, que supone llevar las cosas al límite, que esas cosas duelen. Sin embargo, aunque le duelan, el corredor de maratones no sufre por ellas, al contrario, llega a gustarle. A lo mejor no es un ejemplo muy apropiado, pero explica la diferencia entre dolor y sufrimiento… Otro ejemplo podría ser los zapatos imposibles a los que se suben muchas mujeres cuando quieren resultar atractivas… Eso duele mucho, ¿verdad? (sonríe)
La forma de pactar los límites es siempre desde una relación horizontal, de tú a tú, comprendiendo las motivaciones de ambas partes y respetando en todo momento las reglas pactadas, así como el uso de la palabra de seguridad.
En nuestra terminología, las prácticas convencionales son conocidas con el término “vainilla”. Claro que he tenido sexo “vainilla” y he disfrutado teniéndolo, una cosa no quita la otra.
Ese es otro error que cree la gente, que ya no se sea capaz de disfrutar con una relación “vainilla”.
Desde mi punto de vista, ese libro no refleja la verdadera dimensión del BDSM. Se basa en una relación vertical donde el protagonista (un personaje muy bien caracterizado, por cierto) NECESITA someter a la chica a causa de determinados traumas infantiles provocados por la ausencia de su madre y los malos tratos recibidos de pequeño, los cuales le hacen creer que esa es la única forma de amar que existe. Por el contrario, cuando aparece la protagonista, ésta no siente la NECESIDAD de entregarse, sino que lo hace por admiración (al principio) y por amor (después). Desde mi punto de vista, las necesidades están invertidas, respecto a lo que ocurre en una relación BDSM.
La prueba está en que al final Christian Grey reconoce que se ha “curado” y “cambia” por amor. Reconozco que este punto es el que puede hacer que la historia llegue a muchas más mujeres, pero desde mi punto de vista no es más que una novela romántica salpicada de tintes BDSM esparcidos sin ningún tipo de orden ni sentido.
Reconozco que la trilogía combina tres elementos a la perfección: por un lado, el personaje de Grey (atractivo, guapo, multimillonario, poderoso, complejo, atormentado, etc.), el cual hay que reconocer que está perfectamente construido; Por otro lado, la historia de amor del estilo “chica joven, tímida e inexperta conoce a hombre irresistible que le descubre un mundo nuevo”; y por último, el contexto de una relación amorosa salpicada con escenas de sexo poco convencional para la mayoría. Es una combinación perfecta para el éxito de un libro, aunque desde mi punto de vista su técnica narrativa no es muy buena, que digamos.
Es cierto que la trilogía ha hecho que la gente se interese más sobre el BDSM, y que lo hagan desde una posición de mayor respeto. Lo que ocurre es que el 90% de las personas (mujeres) que de verdad quieren descubrir más sobre el BDSM acaban abandonando la idea, o bien porque la realidad no concuerda con lo que sugiere el libro, o bien porque no se atreven a vivirla realmente. Para ser sumisa de verdad, hay que ser mucho más valiente que Anastasia Steele.
Desde mi punto de vista, yo creo que se lo pasarían mucho mejor que la señorita Steele (me guiña un ojo).
Y respondiendo a tu última pregunta, no me gusta dar consejos, aunque sí que recomendaría a todo el mundo que se acerque al BDSM desde una posición totalmente abierta, desde el respeto y la tolerancia. Asimismo, que se informen mucho, que hablen con personas que tengan experiencia, que nunca dejen de ser ellos mismos ni permitan que les chantajeen, que se fíen de su propio instinto y que usen la cabeza… Si no conocen a nadie que lo practique, habrá que tener mucha paciencia para conocer el mundo BDSM, pero que no se dejen llevar por el ímpetu. El BDSM puede ser muy apasionante si lo vives bien, pero también muy peligroso si te pones en manos de gente aprovechada. Que recuerden siempre que, en BDSM, la sumisa es quien tiene el control y, como propietaria de ese control, LO CEDE VOLUNTARIAMENTE a quien ella decide y, por lo tanto, debe poder recuperarlo cuando quiera.
Todo el equipo de Factor Mujer te damos las gracias de nuevo por acceder a contarnos tu experiencia y visión, de tal forma que la gente pueda hacerse una idea más certera del amplio mundo BDSM.
*El nombre real del entrevistado ha sido sustituido por otro para reservar el derecho al anonimato.
Artículo escrito el 3 de enero de 2013 por Judith Viudes - @PsicoSexologa (Psicología y sexología. Terapia, talleres, investigación, difusión…)
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