Había llegado a casa pero él no le había dicho nada, inmerso como estaba en su trabajo delante del ordenador. Trabajaba demasiado, debía tomarse un descanso pero, por más que intentaba...
En stock
que lo hiciera, era prácticamente imposible sacarlo de ese enemigo que tenía ella, como si todos los días tuviera que librar una batalla con el trabajo.
Así que ese era el día, ahora era cuando él iba a ver lo que era bueno, cuando ella tomaba cartas en el asunto y le marcaría a fuego lo que debía hacer cuando estuvieran juntos. Se acababa el trabajo, ahora era tiempo de estar los dos solos, sin ordenadores, papeles o trabajo.
Llegó a su dormitorio y se cambió por el corsé que acaba de comprar en la tienda erótica. Ceñido, en color negro, hacía que su escote destacara. Sus piernas quedaban expuestas pero sin duda donde más se fijaría era en ese corsé. Cogió unas cintas y caminó con paso firme hacia la habitación del ordenador, donde sabía lo encontraría. Él nunca se detenía cuando llegaba, preguntándole alguna que otra vez si le había ido bien, pero hablando al ordenador... Se iba a enterar...
Abrió la puerta entornada de la habitación y vio el ordenador encendido, él sentado allí enfrascado en unos gráficos que desde la distancia ya se veían demasiado complicados para ella. Se acercó sin ocultarse, a sabiendas que él no se daría la vuelta, que no la notaría. Se inclinó y besó la mejilla de él, algo rasposa por el inicio de barba. Y entonces comenzó.
Relato erótico by Kayla Leiz (diciembre 2012)
¿Qué opinas tú sobre este artículo?
¿Tienes alguna duda sobre este artículo?
Haz tu pregunta