Interrupciones placenteras IV

Tras quitarle la mordaza él había intentado, exigido incluso, suplicado después, que parara, que lo dejara. Pero sus súplicas habían sido acalladas por sus besos, que al final estaban encendiéndolo sin remedio..

Notaba los pechos de ella rozarse con sus pezones y le dolían pero, también, sentía un ligero placer, como si fuera una descarga al principio dolorosa pero después le hiciera sentirse más caliente aún de lo que estaba.

Las manos de ella le tenían la cabeza cogida manejándolo a su antojo, como si fuera su juguete. Anhelaba liberarse de esa restricción que tenía, de quitarse ese aparato del demonio y que lo montara, tan desesperado de ella como estaba.

Notó las uñas de ella sobre su pecho arañándolo y siseó de dolor... ¿O era placer? No conocía esa faceta de su mujer pero sin duda era una experiencia única. Rogó porque lo liberara y solo consiguió que ella le diera un manotazo en su pene, ya de por sí afectado, sus testículos bien agarrados y enrojecidos por la presión.

La vio agacharse con ese corsé que tanto le había impactado. Junto con las medias de encaje que llevaba eran el vivo retrato de sus fantasías.

Ella agachó su cabeza y empezó a lamer su pene, aún con la restricción, mordisqueando para abrirlo, sin usar las manos, lo cual hacía que a veces lo mordiera. Podía sentirla moviéndose y sabía que, cuando estuviera libre, su pene se alzaría como nunca antes. Y así fue, ya preparado, incapaz de aguantar el líquido preseminal que se escapaba de él.

Ella encerró su pene en su mano y empezó a masturbarlo, suave, rápido, duro... Solo quería acabar de una vez. Le había hecho una pregunta ella pero no la recordaba, pendiente de su liberación. Pero cuando ella apretó demasiado y golpeó sus testículos se centró. Una promesa, quería una promesa con el trabajo... Y en ese momento... su vida era entera suya como para no dársela. Pues solo entonces ella le dejaría arder de deseo contenido.


Relato erótico by Kayla Leiz (diciembre 2012)


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