Interrupciones placenteras III

Lo notaba tenso y cabreado. Era lógico tras el tratamiento que le estaba dando, desnudo, sentado en la silla, las piernas atadas a la silla, abierto para ella...

Pero es que debía enseñarle bien lo que iba a pasar si no se acordaba de desconectar un rato del trabajo.

Había acariciado su miembro con la fusta, dado golpecitos en sus testículos hasta que se había quejado, y entonces aumentado la fuerza de esos golpes para hacerle saber que era ella quien decidía, no él.

Ahora tenía sus testículos y pene a buen resguardo en un cinturón de castidad, éste impidiéndole que pudiera su pene excitarse y aumentar de tamaño, lo cual ya de por sí era doloroso. Y ahí no acababa todo. Debía doblegar su voluntad por completo. Por eso se había sentado encima de él, presionando ese aparato contra sus partes y frotado con él mientras gemía e intentaba escaparse de su prisión sin mucho resultado.

Se inclinó ella hacia un lado cogiendo unas pinzas y, acariciando sus pezones, las colocó sin miramientos, solo soltándolas y dejando que el dolor lo atravesara. Tenía su palabra de seguridad por si se pasaba pero no la había dicho, así que todo estaba bien. Hizo lo mismo en el otro pezón y, sin darle tiempo a respirar, colocó un par de pesos en cada anilla que tiraban hacia abajo de sus pezones. Ya ni la mordaza servía para controlar sus gritos. Y no había acabado aún. Ahora sería cuando el dolor se volvería placer.


Relato erótico by Kayla Leiz (diciembre 2012)


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