A cuatro manos

Ninguno de ellos había podido resistirse a esa pequeña criaturilla que brillaba con luz propia en el centro de la discoteca. Era como si los atrajera y no quisieran que nadie más se acercara...

...Por eso lo habían hecho, los dos a la vez, en el momento en que alguien quiso ligar con ella.

Ellos habían lanzado su ataque cual dos lobos, nunca más lejos de la verdad, marcándola como su hembra para el resto de machos que hubiera en el lugar. Y sin embargo ella había protestado y tachado de machistas. Había opuesto resistencia hasta que uno de ellos se la había echado al hombro y salido con ella.

Por supuesto, se había resistido, pero una cachetada en sus nalgas le hizo saber lo inútil de su empresa.

Ahora se encontraban los tres solos, los únicos que eran de ella y ella suya. Nadie más podía entrar en esa ecuación donde sus cuerpos, desnudos, sudorosos, se amoldaban a las formas y movimientos de los otros de tal forma que parecían compenetrarse sin siquiera pensarlo. Podían penetrarla los dos juntos siendo aceptados por ella, podían buscar formas diferentes de darle placer a su mujer, de encontrar ese punto que hacía ella explotara para albergar una nueva oportunidad unos minutos después. No podían dejar de tocarla, era superior a ellos, sus manos siempre necesitaban el contacto con ella.

Dormida en la cama bajo el abrigo de uno de ellos, el otro contemplaba la estampa, los muebles caídos, la ropa desperdigada. Ese fuego interno que poseían los tres iba a consumirlos en el más dulce de los infiernos: los brazos de ella.


Relato erótico by Kayla Leiz (diciembre 2012)


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