Se levantó de su cuerpo corriendo hasta un mueble del que abrió un cajón y sacó otro bote diferente del que había utilizado para el masaje, echándoselo encima de su miembro y frotando suavemente....
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... El olor a vainilla se mezcló entonces con otro olor más, el del lubricante fresa que acaba de usar él para penetrarla.
Volvió con ella y se situó entre sus piernas, ella boca abajo, para que él pudiera seguir con su masaje. Dudaba que pudiera continuar el ritmo pero al menos así se iba a divertir un poco más con él, y con las fuerzas que había conseguido renovar, lo tendría amordazado y ansioso por ella unas cuantas horas.
Sintió cómo se abría paso en su interior y ese lubricante empezaba a calentarla aún más de lo que estaba. Intentó abrir más las piernas pero el cuerpo de él lo impedía. Le encantaba forzar las cosas...
Cuando estuvo dentro del todo suspiró volviendo a salir y empujando de nuevo más fuerte haciendo que ella se moviera unos centímetros de su posición. Lo había notado tan profundo que parecía imposible. Si seguía así quizás era ella quien no iba a poder seguir.
Las manos de él empezaron a acariciarle la espalda, sus labios a dejar besos por ella a pesar del aceite, y mientras sus caderas se movían con un cadencioso movimiento. Iba a ser un adorable tormento, tanto que estaba pensando en olvidarse del castigo y pedirle que la llevara a esa tierra que él conocía bien.
Como si él se hubiera dado cuenta de ello, aceleró los movimientos mientras se aferraba a sus hombros y aguantaba mientras ella se cerraba sobre él empapándolo con su propio orgasmo. No tenía orden de llegar él también, pero bendecía poder sentir la satisfacción de ella en su miembro.
Relato erótico by Kayla Leiz (enero 2013)
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