Miró a ambos lados del restaurante antes de mirarla a ella. Con sus ojos le dijo que algo se aproximaba y pudo notar cómo ella se tensaba. Lo conocía lo bastante bien como para saber cuándo tramaba algo y...
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..., en ese momento, si hubiera podido hacerlo sin levantar sospechas, hubiera echado a correr.
Sin embargo, se quedó tranquilamente sentada viendo cómo él se agachaba fingiendo atarse el cordón del zapato y, levantando el mantel, se coló en el interior de la mesa, oculto por completo con el mantel.
Lo notó acariciándole las piernas y los muslos y se estremeció por esas caricias. Sin duda iba a ser un momento lleno de vergüenza y peligro.
Las manos de él le levantaron el vestido y sintió la boca de él dándole pequeños mordiscos sobre las piernas y los muslos aproximándose a su centro. ¿Qué iba a hacer? No le faltaba ningún juguete erótico en casa, lo había visto antes de salir. Incluso el vibrador favorito de su marido estaba donde debía. ¿Podía ser que hubiera comprado algo más?
Como respuesta, las manos de él llegaron hasta la cinturilla de la ropa interior y tiró de ella con fuerza, rasgándola incluso, y provocando que ella jadeara ante lo salvaje de su comportamiento.
Tuvo que incorporarse un poco por petición de su marido para retirar la pieza de tela ya inservible que se deslizó por sus piernas. Pero en lugar de detenerse, le abrió las piernas con fuerza y notó la boca de él succionando con fuerza, mojándola con su lengua mientras se afanaba en jugar con el botón que empezaba a estimularse y a hacerse más grande y duro. Si seguía así, gritaría.
Relato erótico by Kayla Leiz (febrero 2013)
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