La había citado en un lujoso restaurante que sabía ella no había pisado nunca, una forma de comenzar a sorprenderla desde el primer momento pues le aguardaban varias sorpresas más a lo largo de la noche.
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Después de haber disfrutado él de la sorpresa de San Valentín que ella le había preparado, había tenido mucho tiempo, un mes justo, para pensar cómo retribuirla y hacerle ver que ella era el mejor regalo que podía tener. Por eso, porque quería demostrarle todo eso, había organizado estas sorpresas en cadena que comenzaban con el restaurante y no se sabía dónde acababan.
Así es cómo había empezado todo y cómo iba a suceder. Pero primero... Sus ojos se posaron en la belleza enfundada en un vestido rojo y unos tacones negros, también parte de las sorpresas dejados expresamente en el lugar exacto para que ella los encontrara y con las indicaciones precisas para ponérselo. Pero le faltaba algo, y ese algo lo tenía él en el pantalón, un tanga vibrador que pensaba ponerle a ella en el momento en que se sentara en la mesa y, jugando con el mantel que, afortunadamente, llegaba hasta el suelo, se ocuparía afanosamente de retirarle la ropa interior que llevase y ponerle a cambio ese tanga con el que controlaría la vibración y el placer de ella durante toda la noche.
La vio sonreírle e hizo lo propio. Estaba preciosa, se había recogido el pelo y llevaba un maquillaje que parecía que su rostro brillara con luz propia. Así era su mujer aunque no sabía cómo acabaría después de esa noche.
Relato erótico by Kayla Leiz (febrero 2013)
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