No debía haberle hecho esa pregunta. No a ella. Ahora era su culpa encontrarse en esa situación, atado de pies y manos,...
... los pies abiertos y atados a cada lado de la mesa, sus manos atadas a las otras patas de la mesa, con lo cual le había obligado a tumbarse sobre la mesa dejando expuesto su trasero.
“¿El punto G masculino es difícil de encontrar?” Iba a odiar haberle hecho esa pregunta solo para ver la sonrisa de ella y la frase “Déjate atar”. Ante eso no podía hacer nada pues era su promesa y su honor lo que estaba en juego si se negaba. Y ahora…
Sintió la mano de ella acariciándole por el final de la espalda y se tensó. Eso no iba a ser divertido, sería doloroso. La boca de ella succionando como si quisiera dejar marcas de sus besos en su piel lo fue calentando rápidamente, a pesar de no querer. Pero no podía evitarlo.
Ni siquiera se dio cuenta de cómo la mano de ella se acercaba a sus nalgas e iba acariciándolas, metiéndose entre ellas y haciendo círculos sobre su agujero. Hasta que metió un dedo y todo su cuerpo sintió la intrusión. Ella apenas lo movió, solo lo dejó ahí moviéndose y agachándose entre sus piernas para tomar el pene de él y empezar a masturbarle con movimientos constantes pero lentos, rozándole con los otros dedos el perineo y los testículos, de tal forma que empezaba a no notar tanto ese dedo invasor como sí las ganas aumentando en su pene. Quería más…
Relato erótico by Kayla Leiz (noviembre 2015)
No debía haberle hecho esa pregunta. No a ella. Ahora era su culpa encontrarse en esa situación, atado de pies y manos,...