Su marido era cruel. ¡Era muy cruel! No podía creer que la hubiera dejado a punto en el ascensor y, en ese momento en que parecía no había punto de retorno, le hubiera negado su clímax y se lo hubiera cortado. ¡Lo quería! ¡Lo necesitaba!
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Lloró ante él esperando se compadeciera pero, cuando no se dio, se cabreó. Quiso darse la vuelta y volverse a su casa solo para ocuparse ella misma pero las firmes manos de él la obligaron a quedarse donde estaba, no solo eso sino también a avanzar por el pasillo hasta la puerta de la habitación que tenían, la suite presidencial, un bonito detalle empañado por el cabreo que tenía.
Pero al momento de abrir la puerta... Ese lujo era algo que quitaba la respiración a cualquiera. Y, por una noche, era de ellos.
Entró en la habitación y dio una vuelta sobre sí misma para verlo todo. Era maravilloso. Como maravilloso estaba siendo la vibración que iba subiendo en intensidad de su tanga. Lo notó a su espalda atrapándole con la boca la cremallera del vestido para ir deslizándola y dejando su piel al descubierto. Pronto se encontró sin el vestido que tanto le había gustado, vestida ahora solo por el sujetador y el tanga, las medias y los zapatos de tacón.
Sintió las manos de él acariciándole los hombros, dándole un masaje y bajando por sus brazos con suavidad, como si fuera de porcelana.
Y entonces... Unas esposas rodearon sus muñecas impidiéndole moverlas, atadas como estaban a su espalda.
Se dio la vuelta para mirarlo pero su rostro ya había cambiado; ahora no estaba delante de su marido, no delante de esa persona que le permitía cualquier cosa. Ahora se encontraba delante de SU AMO, y para ella, eso implicaba algo.
Agachó la cabeza y esperó tomando posiciones la decisión de su Amo y lo que él quisiera que hiciera por él, o por ella misma. Su entrega era máxima, su confianza, plena. Todo su cuerpo vibraba con cada orden de él, así era su Amo.
Él se sentó en la cama y se desabrochó los botones de los puños de la camisa mientras la contemplaba con esa mirada que sabía estaba devorándola por dentro.
Se levantó y cogió una bolsa que estaba en la puerta de la que sacó un instrumento extraño antes de volver a ponerse en su sitio y, agachándose, golpeó el sexo de ella con él haciendo que respingara, pero no retroceder. Siguió golpeándola cada vez más intensamente con ese mini látigo que había comprado. Pero no quedó ahí, pues cuando vio que no hacía mucho efecto echó mano de una botella de salsa picante que también había tomado y lo roció con ella.
Al contacto con la piel tan sensible en esa zona los quejidos y súplicas comenzaron a desfilar por los labios de ella pidiendo que parara, diciéndole que quemaba, que dolía. Y cada vez estaba más mojada. Por él. Para él.
Después de haberla azotado hasta que las lágrimas había aparecido en sus ojos, de haberla calmado con sus besos bebiéndose esas lágrimas derramadas por su culpa, la había hecho tumbarse desnuda en la cama y quedarse quieta a pesar de que sabía su sexo ardía y escocía, para atarla con la cuerda bondage que tenía. Pronto las patas de la cama le sirvieron para inmovilizarla dejándola bien abierta para él, para disfrutar de su sumisa, de su mujer, de ella.
Cogió de nuevo el mini látigo y prestó atención a otros puntos de su cuerpo que se habían quedado desatendidos antes. Golpeó sus pechos con cuidado estimulando los pezones que pronto empezaron a hincharse y a sobresalir oscureciéndole los ojos que podían presagiar el verdadero deseo y la intensidad que tenía por probar esos pezones, por besarlos y morderlos hasta sacar un grito de ella y hundir en ese momento su mano en su interior, en su centro palpitante para saber si estaba más mojada cuando le hacía eso, si estaba más caliente.
Tiró el látigo sin saber dónde caía solo para deshacerse de su camisa y los pantalones, demasiado desesperado ya por tenerla debajo de él y dejarla sentir el placer que sentía teniéndola de esa forma pero antes haría unas cuantas cosas. Una de ellas, hacerla a él desearle.
Se desnudó delante de ella sabiendo que no le quitaba la vista de encima. Cuando estuvo desnudo frente a ella sus manos recorrieron su pecho y se tocó donde ella quería hacerlo, su sexo palpitante y mojado. La vio a ella lamerse los labios y supo que quería saborearlo, pero no se acercó. Siguió masturbándose a sí mismo, cada vez más rápido, después lento para retrasar su culmen, de nuevo más rápido.
Y ella debía mirarlo. Mirar cómo se daba placer delante suyo.
Él se apartó y cogió unas pinzas que colocó sobre los pezones de ella obligándola a arquear la espalda para soportar el dolor de las mismas hasta que se acostumbró a ellas, o al menos lo intentó. La mano de él navegó por el vientre hasta su sexo donde la rozó en el botón y metió un dedo en su interior.
Tener el pene de su Amo en la boca era estimulante, por supuesto, pero aún más lo era el hecho de sentirle y saber por su respiración que le estaba dando placer. Eso ya la hacía sentir poderosa y tenerlo en su mano, o en su boca, para que pudiera correrse. Pero como ya ocurriera antes, quería hacerle sentir mucho el haberle cortado todos los orgasmos anteriores, por eso cuando sabía que llegaba se retiraba y lo tocaba de otra forma.
También él se vengaba cuando hacía eso apretando sus pinzas o tocándole el clítoris que ya no sentía pero sabía le iba a doler mucho. Le había metido un vibrador muy fino, o quizás otra cosa, pero no sentía apenas placer.
Se situó en el canal de ella y, aún con el juguete dentro, la penetró con fuerza dejándose caer, rozando con su cuerpo las pinzas para evitar que la embestida no la hiciera llegar al clímax en ese momento.
Se bebió el grito de ella cuando salía de su boca y esperó a que se calmara antes de mover las caderas, salir y entrar otra vez, una y otra hasta que le faltó el aire a ella y le pidió más. Solo entonces sus manos viajaron a los pezones y empezaron a quitarle las pinzas masajeando, controlando el placer y el dolor para hacerla que aguantara más tiempo, corriéndole el sudor a él porque estaba a punto pero no quería correrse todavía. Aún quedaba para notar a su mujer apretarle en su interior, exprimirle como le gustaba.
Relato erótico by Kayla Leiz (febrero 2013)
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