Un Manjar entre sus piernas - Retribución (V)

Saborearla era como probar un manjar y no poder dejar de tomarlo porque no te cansabas nunca. Y eso le pasaba a él con ella en el momento en que estaba cerca de ella...

Sus manos no podían estarse quietas y la boca solo quería sacar de su interior más humedad para probarla, saborearla y hacerla suya, como a él le gustaba.

Con sus manos le abrió los labios mayores para tener más sitio donde poder lamer y succionar y se perdió en esas sensaciones. Por un momento se olvidó que estaban en un restaurante, que ella estaba expuesta y que no debía hacerla llegar al clímax en un momento como ese. Por eso quería ofrecerle una mayor diversión y, de paso, ponerle las cosas más difíciles.

Se apartó de ella a regañadientes lamiéndose los labios con el sabor de ella y sacó del pantalón el tanga que llevaba. Rozó también el succionador vibrador en forma de rosa que había comprado pero lo desechó de usar por el momento. No quería acabar con la diversión demasiado rápido y tampoco crear un escándalo en el restaurante.

La ayudó a ponerse el tanga, un poco difícil pues ella se encontraba sentada y no querían que nadie se diera cuenta de nada pero, después de varios intentos, estuvo colocado. Fue cuando probó su funcionamiento observando cómo ella cerraba las piernas al momento y se frotaba intentando parar la intensa vibración.


Se asomó por el mantel y, cuando estuvo seguro que nadie lo miraba, salió y se sentó en la mesa como si nada limpiándose con la servilleta los restos que pudieran quedarle y recomponiéndose un poco. Miró a su mujer que lo fulminaba con la mirada y la premió aumentando la vibración haciendo que ella se agarrara a la mesa. Iba a ser una noche muy larga y placentera... para ambos.

Había sido la peor cena que había tenido y no porque la comida no fuera buena, que lo era, sino porque era un tormento tener que estar lidiando con los cambios en la vibración sin permitirse el lujo de dejarse llevar y alcanzarlo, más que nada porque él mismo se ocupaba de cortárselo en los momentos en que lo hubiera conseguido. Cada vez lo miraba con más odio, al principio con pena, pero después de 3 intentos fallidos y de estar siempre al borde del precipicio que era su orgasmo, se estaba volviendo loca.

Los postres acababan de llegar hacía cinco minutos y aunque él llevaba ya la mitad de su dulce acabado, ella no había podido sostener la cuchara sin que la mano le temblara y le hiciera tener que dejarla para ocuparse de su reacción antes que de alimentar su estómago.

Ni siquiera había podido ir al baño en las dos ocasiones que le había pedido a su marido ausentarse. Sabía que, si la dejaba sola, ella se ocuparía de su placer y volvería mucho más tranquila, por eso se lo había prohibido. Ahora echaba de menos haberse dejado en casa los anillos que usaba con él cuando jugaban, hubieran sido un buen aliciente para permitirle sacarle el permiso para ir al baño.

Y lo extraño era que tampoco parecía querer ir con ella. ¿Qué tenía planeado entonces? ¿Qué iba a hacer con ella? ¿Por qué la ropa y la cena? Sospechaba que la noche no había más que empezado pero, lo que iba a venir, eso no lo sabía.

Tras terminar su accidentada cena, él le ofreció el brazo para que se apoyara y la sacó de allí pese a sus temblorosas piernas que parecía en cualquier momento iban a colapsar. Sin embargo, en lugar de ir al aparcamiento donde estarían los coches, él la guió hacia un parque. ¿Sería posible que su tormento no acabara?

Se había asustado cuando habían entrado en el parque pensando en o que a él le podía estar pasando por la cabeza en esos momentos. ¿Iba a tocarla en ese lugar? ¿A excitarla mucho más? Era de noche y apenas se veía a nadie por esa zona, así que no sabía qué podía ocurrir.

Pero no había pasado nada y el parque solo había sido un paseo que habían dado, sus indicaciones haciéndole que observara el cielo para ver las estrellas, o las esculturas que se encontraban en el interior del parque.

En cambio, habían salido por la otra puerta y él ahora los dirigía hasta un hotel. ¿Podía ser que hubiera reservado una habitación en él? Como si una respuesta fuera dada, su marido se detuvo y la besó antes de entrar en el hotel e ir a recepción para pedir la llave. Tuvo tiempo de maravillarse de los muchos lujos que tenía ese hotel. Era uno de sus favoritos y ahí estaba ella con alguien que se tomaba tantos detalles.

Volvió a su lado y la llevó hasta los ascensores donde empezó a besarla y a arrinconarla en una esquina antes incluso de que las puertas se cerraran. Lo último que pudo ver fue al recepcionista sonriendo antes de apartar la mirada. Notó entonces algo duro en el bolsillo de su marido y metió la mano sacando una Rosa. No pudo pensar mucho más cuando él se lo arrebató y, subiéndole el vestido, lo colocó encima de su botón accionándola y dejándola con succión y vibración ver todos los colores del arco iris al mismo tiempo.


Relato erótico by Kayla Leiz (febrero 2013)


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