Esperó pacientemente con su miembro enterrado en el interior de ella a que recuperara el aliento, las fuerzas, todo, para saber si él podía alcanzar en su interior el clímax que él quería. La notó darse la vuelta y mirarlo con una sonrisa llena de satisfacción.
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¿Y mi masaje? - Preguntó a sabiendas de su respuesta. Él se quedó callado sin moverse. - Sal. - Le ordenó. Ella le señaló el lugar donde estaba colgada la mordaza con el antifaz y él se retiró de ella yendo hacia ese lugar, arrodillándose para que ella le privara de la vista y del habla con esos dos objetos.
Notó cómo las manos de ella le tocaban en el miembro, ya de por sí muy sensible y a punto de explotar. Aguantó como puso su inspección, apretando, soltando, pasando sus manos por los testículos, golpeándolos y cogiéndolos con una sola mano.
Apartó las manos y sintió los látigos que le daba en el pecho, la espalda y en su propio miembro gimiendo a pesar de la mordaza, queriendo que parara y lo dejara liberarse. Pero no iba a ser tan fácil.
Sintió los pechos de ella apretados contra la espalda de él y cómo sus manos le acariciaban los costados para llegar a su pene. Allí sus manos se ocuparon de estimularlo hasta que ya no podía más, hasta que suplicó con sus gemidos y quejidos, hasta que ella le dio la orden y su semen se derramó por el suelo y por la mano de ella llevándosela a la boca para saborearlo. La miró mientras lo hacía y su pene volvió a lanzar más flujo de él. Quería más...
Relato erótico by Kayla Leiz (enero 2013)
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