No lo había podido evitar, era superior a sus fuerzas y por eso ahora se encontraba andando despacio por un pasillo a oscuras yendo hasta el salón donde el árbol de Navidad solía lucir la noche de Nochebuena.
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Todavía no había amanecido pero quería ver los regalos que su Papá Noel había dejado bajo el árbol, esos que no le había permitido ver y la había mandado a la cama como si fuera una niña pequeña. Pues bien, esa niña era mayor, y por eso iba como una chiquilla a pesar de su edad, con la ilusión por ver sus regalos, un sentimiento que no olvidaba de su infancia.
Poco a poco, arrastrando los pies para evitar tropezarse con algo y para que no se oyera la cadena que llevaba en ellos, iba adentrándose en la oscuridad esperando ver pronto la luz del árbol. Pero sabía que aún debía bajar la escalera, y tenía que hacerlo con cuidado, porque el tercer escalón crujía. Así que cuando fue a poner el pie en el primer escalón... Unos brazos la amarraron con fuerza chocando su espalda con un pecho caliente y su cabeza girada para acallar el grito con una boca que conocía muy bien. No fue hasta que la soltó que no se fijó en cómo iba vestido.
Los besos la trasladaban a otra dimensión, otro lugar donde solo existían esas manos que la acariciaban, esa lengua que irrumpía en su boca presentando batalla para que el reino fuera vencido y se rindiera a sus deseos, moldeando la lengua suya a su antojo, llevándola por su camino sin posibilidad de contraataque, mordida si intentaba algo.
Así no se dio cuenta de que él la alzaba ni tampoco de que bajaban las escaleras. Solo la luz del árbol de Navidad le hizo darse cuenta de dónde se encontraba. Apartándose su Papá Noel de ella, y cerrándose un poco la chaqueta, demasiado grande para él, se fijó que en su atuendo faltaban algunas cosas como las botas negras o el cinturón. Lo miró de arriba a abajo echándose a reír mientras se mordía uno de sus dedos como una niña pequeña que intenta poner cara de arrepentimiento pero no pudiera.
Él se volvió y entrecerró el ceño.
Ah, pero donde estaba él, delante del árbol, le impedía ver los regalos. Intentó moverse a un lado y no pudo. El otro y él se interpuso. La cogió por los hombros y empujó hacia el sofá. Sacó de su bolsillo una venda y la colocó sobre sus ojos. Acercó su rostro al de ella lamiéndola de los labios a la oreja, metiéndole la lengua en ella.
Papá Noel va a jugar hoy un poquito...
No podía ver nada pero lo sentía. Sentía cómo se había apartado de ella quedándose fría sin su contacto, a pesar de que las manos de él había empezando a ser demasiado atrevidas y tocado donde no debían haciéndola parecer un volcán que quería estallar. Había sido en ese momento cuando había parado y ella dicho de todo. Pero él solo le había replicado que a Papá Noel no se le decía esas palabras... Como si Papá Noel fuera a hacer esas cosas “sucias” que él le había estado haciendo en el pecho y más abajo.
Podía oírle moverse y el papel de algo arrugarse con lo cual estaba esperanzada de que le dejara aunque fuera un solo regalo para abrir. Cuando sintió un bulto en sus piernas se alegró mucho. Iba a ser bueno con ella. Trató de quitarse la venda cuando las manos de él la detuvieron indicándole que debía abrirlo y saber lo que era sin poder verlo.
Ella había resoplado y sus hombros había caído como una pequeñaja que no conseguía lo que quería, pero al final había empezado a romper el envoltorio que no sabía cómo era para abrir la caja. Notó un poco de envoltorio de burbujas en ella y fue apartándola, otra cayéndose, hasta dar con algo extraño, unido por cables. ¿Qué podía ser?
Con las dos manos sacó el objeto con una forma extraña y con unos cables que se unían a otro aparato cuadrado pero por mucho que recorría la silueta no podía adivinar lo que era. La mano de él le robó el regalo mientras le decía que iba a ayudarla. Sintió cómo le abría las piernas y le pasaba el aparato a sus manos.
Cuando lo hizo todo su cuerpo se levantó del sillón con la vibración que sentía entre sus piernas. Si todavía no lo había metido, cuando lo hiciera....
No lo había apartado de ella ni un momento y su cuerpo ya ansiaba por una liberación. Estaba siendo cruel con ella. Solo quería ver los regalos, si no iba a abrirlos, solo mirar. Eso no era malo ¿verdad? Había soltado miles de argumentos por los cuales tenía que dejarla ya, apartar ese vibrador que le había comprado y que seguro ahora estaba empapado de los jugos de ella.
Pero no, él solo la había besado y continuado con el vibrador moviéndolo, presionando su boca sobre su monte de Venus en algunas ocasiones haciendo que le fuera difícil plantear argumentos para librarse de ello.
Tampoco él lo estaba pasando muy bien, al contrario, se notaba que la erección era más dura si cabía y que él estaba caliente, tanto o más que ella. Con su mano había alcanzado su pene y acariciado sobre su ropa pero le había notado algo raro también, y cuando había intentado saber qué era la había apartado dándole un beso.
Ya no podía más.... Era superior. Fue cuando sintió el vibrador entrar dentro de ella y su mano dejó caer el mando para ser recogido por él y puesto al máximo. Gritó, gimió, chilló; no se supo lo que hizo pero su orgasmo la pilló desprevenida en ese momento y no pudo más que dejarse llevar por él.
Apenas tuvo fuerzas, minutos después, para quitarse la venda y mirarlo a él, también intentando recuperar el aliento. Se fijó en sus pantalones y vio la humedad en ellos, junto con una vibración, seguramente un anillo vibrador.
Ambos se echaron a reír.
Relato erótico by Kayla Leiz (diciembre 2012)
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