La intromisión del camarero hizo que ella retrocediera con su pierna y un rubor anaranjado la cubrió. Intentó ocultarse entre la carta del restaurante pero el temblor la delataba...
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...Todavía no era capaz de hacer esas cosas en público sin delatarse a sí misma si la miraban o se acercaba alguien.
Él rió ocultándolo con una falsa tos y se dispuso a preguntarle al camarero sobre los platos del menú a fin de saber cómo eran los platos y darle tiempo a ella a recuperarse. Así transcurrieron unos minutos en los que ella pareció perder la iniciativa y a él le dio la oportunidad de armarse para el contraataque que no había olvidado tenía en sus pantalones.
Además, por si no era suficiente, él ya había contado con un nuevo arma, un arma que a ella la catapultaría al mismo cielo aunque a él lo dejara anhelante de sentir esas piernas cerrándose sobre sus caderas y esos músculos internos apretándole con fuerza mientras lo embargaba el calor de su placer.
Suspiró para alejar esa visión antes de obligarle a poner pies en polvorosa y olvidarse de su plan para poseerla en cualquier rincón donde estuvieran juntos. Esta vez haría las cosas bien, con tiempo. Y primero debía ponerle el tanga vibrador. Después proseguiría su plan.
Una vez se hubo retirado el camarero supo que era su turno. No volvería hasta dentro de 20 minutos y sería el tiempo justo para cambiarle la ropa interior y disfrutar, de paso, de un fruto prohibido para los demás que ansiaba tener en su boca.
Relato erótico by Kayla Leiz (febrero 2013)
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